


Operaciones a niños y adolescentes
“orejas en asa” (u orejas de soplillo). Vamos a revisar brevemente algunos conceptos que todos los padres deberían tener claros: -Un niño/a, con 5, 6 o 7 años, no sólo no tiene aún esos complejos, si no que su desarrollo está aún lógicamente muy incompleto. En cualquier cirugía, la recomendación fundamental es esperar a finalizar ese desarrollo: es decir, esperar a la mayoría de edad. Pero intervenciones en las orejas son más comunes en menores. Hay que esperar unos años, eso sí: al menos hasta que el menor cumpla los 12 años. -Es necesario valorar el nivel de madurez del niño/a o adolescente, y descartar cualquier tipo de desorden que contraindique una intervención relacionada con su estética. Cualquier menor debe pasar por un examen psicológico previo antes de pasar por quirófano. -Es imprescindible que el profesional médico mantenga los mismos criterios que con un adulto: en nuestro centro, creemos que las intervenciones deben buscar una mejora y una belleza siempre natural. Un menor no puede imponer un criterio, muchas veces influenciado por famosos o ídolos a los que querría parecerse. -Hay que tener claros los protocolos de decisión: si el menor no tiene aún 12 años, la decisión sobre la intervención será exclusiva de los padres o tutores. Si está entre los 12 y los 16, los padres darán la autorización, pero se escuchará la opinión del menor. Si tiene entre 16 y 18, o si está emancipado –y los informes psicológicos y la valoración médica son favorables- podrá tomar la decisión. Si existe una situación de riesgo elevado, los padres deberán ser informados. -La cirugía facial, máxilofacial, la cirugía ortongática… son una vía para solucionar y corregir un problema, en ningún caso una moda o un capricho. Es importante que los padres hablen y sobre todo escuchen a sus hijos: muchas consultas se producen ante una falsa percepción que los niños o adolescentes tienen de si mismos, o porque tienen un ideal de belleza extremo. -Pese a que es algo difícil de controlar, hay que intentar “huir” de la publicidad, totalmente banalizada en demasiados casos: promociones, descuentos… hacen que una intervención estética parezca algo banal. Los profesionales debemos tratar esta cuestión con el máximo rigor, informando a padres y a menores de los riesgos, los procedimientos y los resultados que se obtendrán en caso de operar. Los profesionales debemos mantener un criterio firme y claro tanto antes las presiones de lo padres o de los niños, mantenernos aparte de modas o caprichos y lograr un belleza y atractivo natural. En un paciente nunca debe reconocerse que ha sido operado, y a veces la imperfección es bella. No obstante, no se puede negar que en cierta manera cada cirujano pone su concepción de la belleza en los pacientes que opera.