


No es amor, se llama obsesión
International Society of Aesthetic Plastic Surgereons (ISAPS) afirmaba que España se encontraba en el 10º puesto entre los países en que más cirugías estéticas se practican en un año, por detrás Estados Unidos, China, Brasil, India o México. Pero si en vez de fijarnos en el número total de intervenciones lo hacemos en porcentaje por habitante llama la atención el caso de Corea del Sur. Una de cada cinco mujeres ha sido sometida a alguna intervención quirúrgica estética, sobre todo a nivel facial (para que se hagan una idea, en EEUU es una de cada veinte). En Seoul las mujeres tratan de parecerse a las estrellas del pop coreanas, con caras de muñeca y cuerpos voluptuosos. Sienten una especie de obsesión por borrar los rasgos asiáticos de sus cuerpos: tener párpado doble (blefaroplastia), alterar el contorno mandibular (V-line), estar delgadas (abdominoplastia) y tener grandes pechos y glúteos. Antes los pacientes acudían a los Estados Unidos a realizar las intervenciones, lo que suponía un gran desembolso económico. Pero con la mejoría en la formación de los especialistas son ellos ahora los que dominan las técnicas más innovadoras y han convertido Corea del Sur en un reclamo del turismo médico a nivel mundial. Si reflexionamos un poco sobre esto pienso que es positivo que la gente se preocupe por su salud, se cuide y pretenda mejorar su aspecto físico. Se traduce en un aumento de autoestima e incremento de la felicidad personal y las relaciones sociales. Pero como todo, en exceso, resulta negativo. Tanto las coreanas como cualquier persona que se obsesiona con su aspecto físico corren el riesgo de convertir su cuerpo y su cara en algo impersonal. Si además se centran en conseguir el aspecto físico marcado por los iconos del momento y no el de obtener un resultado adecuado a cada individuo, el resultado puede resultar catastrófico. Cada persona es única. En nuestro equipo estamos a favor de una cirugía racional, proporcionada a cada individuo y con resultados muy naturales. Porque no queremos “borrar” a la persona que hay detrás de cada rostro.